domingo, 27 de febrero de 2011

Saludo Compañeros


Compañeros de la Facultad de Derecho de la Coorporacion Universitaria de Colombia Ideas, y demás lectores que sea esta la oportunidad para brindar un caluroso saludo e invitarlos a que hagamos nuestros sueños realidad,  que no permitamos nunca que el fuego de la amistad, el amor y la esperanza se apaguen en nuestros corazones y en nuestros hogares. Mil bendiciones y exitos en sus vidas.

CULTO AL FUEGO SAGRADO EN GRECIA Y ROMA

La obra La ciudad Antigua del  Historiador francés Fustel de Coulanges publicada en 1864 hace un  estudio comparativo entre las antiguas sociedades Griega y Romana, su capítulo Tercero  denominado “EL FUEGO SAGRADO”  inicia con la manifestación: “La casa de un griego o de un romano encerraba un altar”.
Ahora veamos cuales son la condiciones que permiten que el autor desarrolle este concepto: Empecemos por recordar que  La civilización Griega absorbió la influencia egipcia, con culto a los muertos, los ríos y las fuentes, y la influencia persa con la conservación del fuego sagrado en los altares del hogar, teniendo presente que los antepasados de estos en una época remota habían vivido en el Asia Central, y fue allí donde nacieron esas creencias y se establecieron los ritos.
La Religión del fuego sagrado data por tanto de los Arios,  sus tribus se separaron llevando consigo este culto, y aunque más adelante no conservarían los mismos dioses porque unas venerarían a Brahma y otras a Zeus y Jano si conservaron como un antiguo legado la religión primitiva que concibieron y practicaron  en la cuna común de su raza, esto es el culto al hogar.
Aparte de la creencia en los grandes dioses del panteón grecorromano, el hombre en Grecia y Roma, como ha sucedido en todos los pueblos, sintió la necesidad de una relación más privada e íntima con el mundo sobrenatural, una relación de carácter mucho más práctico que le garantizara la protección y el favor de los dioses
Dentro de los dioses familiares estaban los lares o dioses del hogar que lo custodiaban y estaban siempre en él. Cuando la mujer, extraña a la familia se incorporaba, por justas nupcias, y antes de realizar el ritual de tomar los dioses del marido ante el fuego sagrado, el reciente esposo la cargaba en sus brazos para atravesar el umbral, para que los dioses que allí moraban no se enojaran, ya que ella aún conservaba sus propios dioses familiares. Las habitaciones de la casa daban a un patio, llamado atrio, donde en una capilla se les rendía homenaje.
El fuego sagrado, siempre encendido, era símbolo de devoción y respeto. A cargo de la religión familiar se hallaba el paterfamilias.
Estos dioses familiares corresponderían a los antepasados que han fallecido.
 En muy estrecha relación con el culto a los muertos se encuentra el culto al fuego, pues era en el hogar, en el sitio reservado al fuego sagrado, donde se guardaba el recuerdo de las almas de los muertos.   
 La mayor solemnidad debía emerger de esa veneración, pues la protección del hogar estaba en juego. Aunque FUSTEL DE COULANGES no expuso esa conclusión de manera concreta, si lo hizo ver. Prueba de ello lo constituye el hecho de que en su obra haya resaltado que en cada uno de los hogares indos, griegos o romanos existía ese fuego sagrado, que era empleado como un instrumento o representación de sus antepasados, para que a través de su conducto les proporcionara salud, riqueza, sabiduría y en retribución a esas plegarias la familia le brindaba los menesteres humanos como alimentación, bebidas, objetos de valor,  y sacrificios.
El culto a los muertos era idéntico en Grecia y en Roma, el muerto que era debidamente honrado pasaba a ser un dios tutelar que amaba a quienes le ofrecían los alimentos. 
Era obligación sagrada del dueño de Casa mantener el fuego día y noche y ¡Desgraciada aquella en que llegase a apagarse!, vemos a lo largo del capítulo como existían rituales establecidos alrededor del cuidado del fuego, la disposición de las ascuas en la noche cubiertas por cenizas que evitaran que se consumiera totalmente   y en la mañana se avivaba de nuevo.
 El fuego sagrado era puro, por eso no se debía poner en el ningún cuerpo sucio ni se debían realizar actos reprochables, solo debía avivarse con las ramas de los arboles que cada religión permitía, existía una fecha en la que todos los hogares podían apagar el fuego y encender otro inmediatamente, esto era el 01de marzo con el comienzo del año en el calendario romano. 
Al hogar se le pedía para suplicar por las necesidades de la familia y se le agradecía en los momentos de felicidad y de gloria, El hombre no salía de casa sin dirigir antes una plegaria al hogar y al regresar antes de ver a su mujer y abrazar a sus hijos, debía inclinarse frente al fuego sagrado.
El dios presidia la comida, él había cocido el pan y los alimentos y por eso debía dirigírsele oración al iniciarla y al terminarla, compartía junto con los miembros de la familia los manjares,  de los que eran puestas sus porciones en el altar
El fuego del altar es una especie de ser moral, porque es quien vela por el cumplimiento de los deberes, un ser mortal porque físicamente está representado en la llama que resplandece, se mueve, vive, y moralmente tiene afectos y sentimientos.
A pesar que el culto a los dioses Zeus  y Brahma intento relegar el culto al hogar a un segundo plano el fuego del hogar quedo como la divinidad más accesible al hombre, como un intermediario entre el hombre y los dioses de naturaleza física, y como el encargado domestico de elevar al cielo la oración y la ofrenda y de atraer a la familia los favores divinos.
Más adelante esta creencia derivo en la gran Vesta,

EL CULTO A LA DIOSA VESTA

En la mitología griega, Hestia es la diosa de la cocina, la arquitectura, el hogar, o más apropiadamente, del fuego que da calor y vida a los hogares, su equivalente romana sería la diosa Vesta, aunque el culto romano a ésta difería bastante del de los griegos.
Era la primogénita de los titanes Crono y Rea,. Tras la guerra contra los Titanes, Hestia fue cortejada por Poseidón y por Apolo, pero juró sobre la cabeza de Zeus que permanecería siempre virgen, a lo que el rey de los dioses correspondió cediéndole los lugares preeminentes de todas las casas y la primera víctima de todos los sacrificios públicos, por evitar con su negativa una primera disputa entre los dioses.
Como diosa del hogar y la familia, Hestia apenas salía del Olimpo, y nunca se inmiscuía en las disputas de los dioses y los hombres, por lo que paradójicamente pocas veces aparece en los relatos mitológicos a pesar de ser una de las principales diosas de la religión griega y, posteriormente, romana. Muestra de esta importancia es el hecho de que Hestia era la primera a quien se le hacían las ofrendas en los banquetes, antes incluso que a Zeus. Se le solían sacrificar terneras de menos de un año, aludiendo a su virginidad.

Se edifico en su honor un templo en el que se erguía un altar donde se encendía un fuego sagrado que era preservado con celo por las vestales.
Las vestales eran sacerdotisas consagradas al culto de la diosa Vesta, siendo inviolables al igual que el templo. Ingresaban a los 16 años, y durante 10 años se desempeñaban como aprendices, luego ejercían la función de cuidar el fuego sagrado durante 10 años y luego pasaban otros 10, enseñando a las novicias. Durante su desempeño realizaban voto de castidad, que si no era cumplido, eran quemadas vivas.
 Debían limpiar el templo de Vesta los días 24 de marzo, 24 de mayo y 16 de junio de cada año. Se cortaban la cabellera y llevaban vestidos blancos. La que violaba su voto o dejaba apagar el fuego sagrado era enterrada viva. En cambio, gozaban de honores y privilegios considerables y en particular del de perdonar la vida a los criminales que encontraban por casualidad en el camino del suplicio. Estaban presididas por la de más edad la cual llevaba el título de gran vestal.
Durante más de un milenio se mantuvieron éstas sacerdotisas cuidando pacientemente la Llama de Vesta. Pero el tiempo y los cambios políticos y culturales del Imperio hicieron que su culto quede prohibido en la era cristiana. Ya que era una tradición pagana muy fuerte y afianzada en los corazones Romanos. Esto la convertía en un blanco preferencial de la nueva religión del estado. La orden se mantuvo vigente hasta el año 391 DC cuando el Emperador Teodosio decretara por ley que todo culto y rituales paganos en público quedaban prohibidos y se negaba su práctica. Tras este decreto el templo de Vesta fue cerrado y la Llama sagrada extinta -muchos dicen que por el mismo Teodosio-. Las vestales que ocupaban el puesto en ese momento fueron desligadas de sus tareas y la orden continuó su vida ya sólo en la historia, como recuerdo de una de las más grandes y hermosas tradiciones de la edad dorada de Roma. Y tal vez quién sabe, casualidad del destino o justicia poética hacia un Emperador incrédulo, pocos años después de haber sido apagada la llama protectora cae el Imperio Romano Occidental a manos de las tribus bárbaras que invadieron la península.


El Fuego Sagrado

PROMETEO ENTREGA EL FUEGO A LOS HOMBRES

En cierta ocasión estalló una disputa sobre qué parte de la víctima de un sacrificio correspondía a los dioses y cuál a los humanos. Prometeo, elegido juez, hizo dos bolsas con el pellejo del animal, en una depositó su carne tapada por las vísceras y en la otra puso los huesos cubiertos con la grasa atractivamente colocada. Entonces, le pidió a Zeus que eligiera una de ellas. Éste seleccionó la de huesos, pues le pareció la más atractiva, pero cuando se dio cuenta del engaño, arrebató el fuego a los hombres.
Prometeo, enojado, decidió tomar un poco del fuego sagrado olímpico para entregárselo a la humanidad, con una rama seca. Luego de esto, partió hacia la Tierra con el carro de Helios, el dios solar, para cumplir su noble propósito.